Declaración de Cracovia

Declaración de Cracovia

Nosotros, miembros de la sociedad civil, pertenecientes a la diversidad de países, Iglesias, instituciones y organizaciones que expresan el pluralismo de Europa, unidos por nuestra fe en Jesucristo, reunidos en el segundo plenario de la Convención de Cristianos por Europa, manifestamos:

1. Nuestro apoyo a este importante paso de la reunificación europea con la incorporación de 10 nuevos estados miembros. Este hecho histórico constituye el reencuentro de Europa y el fin de una trágica división impuesta por la dictadura de las ideologías. Asimismo, reconocemos en el futuro Tratado constitucional europeo un paso importante hacia la efectiva unión política que permita que Europa se exprese con una sola voz en aquellos asuntos que le competen y sea, como institución, una realidad mas próxima e inteligible a las personas.

2. Para conseguirlo, consideramos necesario declarar lo siguiente:

a) El principio de subsidiariedad horizontal, expresión de la dimensión social de la libertad personal, se ha desarrollado de una manera insuficiente e insatisfactoria, marginando una vez más el papel de la sociedad civil en la construcción de Europa. Señalamos que, mientras Europa sea sólo una construcción de los estados y una gran organización burocrática pero no exista un entramado realmente europeo que exprese directamente lo que es su sociedad, la Unión será frágil y contradictoria.

b) Requerimos del Tratado Constitucional un compromiso más firme y concreto con la erradicación de la pobreza en los estados miembros y la adopción de medidas más precisas en el ámbito de la solidaridad internacional.

c) El Tratado constitucional no adopta ningún compromiso europeo firme de defensa de la vida en toda su plenitud, desde la concepción hasta la muerte natural, ni sobre la manipulación técnica y jurídica de la condición humana.

3. Con todo, consideramos que todavía hoy la omisión más grave es la de toda referencia al hecho cristiano. La negativa a incorporarlo es grave no sólo por lo que significa en sí misma, sino todavía más por lo que representa y señala. No existe ninguna razón objetiva para no explicitar en el preámbulo constitucional las fuentes que nutren y dan sentido al texto articulado del Tratado constitucional, y que definen los componentes de la identidad europea. El cristianismo, que ha sido fundamental para la construcción de nuestra cultura y moral común a lo largo de los siglos, ha continuado vivo y presente hasta nuestros días, hasta el extremo de que casi todos los padres fundadores de la unidad europea, como Schumman, Monnet, Adenauer y De Gasperi, fueron sujetos políticos cristianos. La propuesta cristiana no es excluyente, sino integradora. No impide otras referencias reales y significa la oportunidad histórica para superar el conflicto, que sigue abierto, entre laicismo y cristianismo. De esta manera, podrá mostrarse al mundo que la fidelidad a las propias convicciones significa, consiguientemente, el respeto a las convicciones del otro.

4. Consideramos que el proceso que se inicia con la incorporación de los nuevos estados miembros debe ser abordado con criterios de solidaridad real, sin la pretensión de actitudes hegemónicas. En este sentido, hay que buscar un justo equilibrio entre una correcta distribución de la capacidad de decidir que permita, por un lado, que todos los estados miembros se sientan bien representados y, por otro, la eficacia de mecanismos de toma de decisiones en nombre de la Unión. No se nos escapan las dificultades de articular ambas condiciones, pero estamos seguros de que ello será posible si el proceso se realiza desde la perspectiva del bien común de la persona.

5. Consideramos prioritarios, por coherencia con la realidad europea, el compromiso efectivo y la ayuda necesaria para la integración de Bulgaria, Croacia y Rumania, así como de Ucrania y de los restantes países del sur de Europa cuya incorporación no cuenta ni siquiera con un calendario formal (Serbia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Albania) antes de plantearse nuevas ampliaciones. Asimismo es una necesidad urgente establecer mayores y mejores acuerdos para el trabajo en común con Rusia, cuya historia y cultura forman parte también de la realidad Europea, en la perspectiva de un futuro y más decisivo encuentro.

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