Enseñar a vivir: Participación en el hogar: el encargo

“El trabajo ayuda siempre. Trabajar no es realizar lo que uno se imaginaba; es descubrir lo que uno lleva dentro”. Boris Pastenak

Cuando todos los miembros de la familia comparten y colaboran en las tareas del hogar, se asimila el concepto de cooperación. Esta capacidad participativa, que vamos infundiendo al niño y al joven, lo motiva a tener siempre una buena disposición para saber qué falta en el hogar. También ayuda a pensar en los demás para darles ayuda o pedirlo ellos mismos cuando lo necesiten. Todos necesitamos de la cooperación. Un sencillo ejemplo lo encontramos en la novela Robinson Crusoe. Llega un momento en que, el náufrago, necesita de la cooperación de un salvaje fugitivo, su criado Viernes, a quien salva. El protagonista de la novela necesita compañía para no volverse loco o morir de soledad.

Una buena arma educativa para enseñar a los hijos e hijas a cooperar es la participación en las labores que comporta la vida ordinaria de cada familia a través de sumir encargos, de los que hablaremos seguidamente, destacando el beneficio del desarrollo de la personalidad.

Tener la responsabilidad del encargo ayuda a nivel personal al crecimiento personal de los hijos desde diversas vertientes. En casa tenemos muchas ocasiones para hacerlos colaborar, desde cosas materiales para contribuir al buen orden del hogar, como ir de compras, recoger la cocina, repartir la basura y el papel en los contenedores, organizar los armarios, etc, hasta otras que contribuyen más a potenciar su sensibilidad y la bondad, como ocuparse de jugar con el hermano menor, explicarle cuentos, hacer compañía a un abuelo enfermo….. Aprendiendo los valores de la participación, el chico y la chica se preparan al mismo tiempo, para la sociabilidad y el trabajo en equipo.

Un padre, maestro de escuela, me explicó su costumbre de cargar la lavadora al lado de su hijo, quien le ayuda a clasificar la ropa por texturas, colores, medidas e, incluso, por olores. Para la criatura es un juego y mientras realiza esta actividad lúdica está desarrollando muchas capacidades: la capacidad de observación, y por tanto de concentración, además de estimular el tacto, la vista, el olfato y el oído.

Otra experiencia vivida que da buenos resultados y que es útil para incitar la iniciativa y la ilusión de los hijos, es la de reunirse para hacer el reparto de las tareas, y que quede escrito en un cartel a quien se adjudica cada cosa. Mensualmente ser revisa y se hacen los cambios oportunos. Por ejemplo, el encargo de recoger la cocina no es igual que el de tomar nota de quien nos llama por teléfono, o el de ir a comprar o alquilar una película para el domingo no es igual que bajar las basuras haciendo una recogida selectiva; por tanto, hay que hacer el reparto de manera que todos tengan los mismos turnos y que estos no les resulten pesados.

Algunas sugerencias sobre la participación en el hogar:

Dejar que los hijos tengan la posibilidad de escoger el encargo y de hacer un seguimiento posterior.

Que los padres no escojan el encargo más fácil por el que pueda parecer el “preferido”. Ni hay nada que entristezca más a los otros que notar alguna predilección

Pasar por alto y hacer que no se ve si hay algún fracaso

Hacer que los encargos sean rotativos

Permitir que algún encargo más pesado se haga entre dos o más hermanos

No hacer los padres la tarea que puedan hacer los hijos, aunque las hagan mejor y más rápido.

Dar las mismas responsabilidades a los chicos que a las chicas

Demostrar gratitud y acostumbrar a los hijos a dar las gracias; pero no se trata de repetirlo como los loros, ellos deben de aprender contagiados por los padres.

Victoria Cardona

Extraído de su libro “Enseñar a vivir” (Pòrtic 2006)

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