Ser abuelos realistas y alegres

Tenemos la clave para saber cuál es nuestro papel; con la edad hemos ido adquiriendo la madurez suficiente para pasar por alto las banalidades y valorar lo que es esencial, a la vez hemos aprendido a animarnos solos, sin recibir constantes elogios – como necesitan las criaturas – y así poder comprender todo lo que vaya sucediendo en las relaciones con los hijos casados y con los nietos.

Para gustarnos nuestro lugar y encontrar más fácil el camino, me parece adecuado recordar una bonita y práctica frase de Tolstoi: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace”. Me gustan mucho las frases, he escrito esta y he recordado un día que una amiga joven me confiaba: “De golpe me encontré con dos hijos pequeños, con un marido que viajaba bastante por el trabajo, yo dando vueltas como una peonza para llegar puntual al trabajo, puntual a recoger a los niños en la escuela, puntual a dormir … todo tan diferente de hacía unos años que estuve buscando bastantes días cual era mi identidad y pasé una fuerte crisis, ahora superada … y tú Victoria ¿has pasado por algún estado de ánimo especial por tener cambios en tu vida al ser abuela …?, me preguntó. Yo le contesté “ … no, no; me he dicho interiormente la frase de Tolstoi y me he quedado con “querer lo que se hace”, no he tenido ninguna crisis …”

Y las dos nos reímos bastante. Reír nos aligera el espíritu y nos ayuda a se positivos. Reír es ideal, tiene beneficios físicos y psicológicos, se oxigena el cuerpo porque los pulmones reciben más aire que una respiración normal y los ojos se limpian gracias a las lágrimas, también mejorará la economía doméstica puesto que no hará falta ir a comprar lágrimas artificiales, tan óptimas por la edad de muchos abuelos. Reír ayuda a exteriorizar nuestros sentimientos y emociones. Reír no presenta contraindicaciones, ni efectos secundarios ni debemos regular la dosis.

¿Por qué nos gusta a los abuelos y a los padres tener un niño pequeño en casa..?, pues porqué la mayoría de veces nos contagia su risa y también porqué podemos reir fuerte con él sin estar cohibidos como nos podría suceder según en qué ambiente social nos encontráramos!

Bien, seamos realistas y apreciemos el papel que nos toca hacer:

Podemos imaginarnos qué vida tan desgraciada tendríamos si a menudo nos dijéramos: “¡ojalá fuera más joven ..!”, “¡ojalá mis nietos me vinieran a ver más ..!”, “¡ojalá no me hubiera casado ..!”, “ojalá mis hijos vivieran en casa ..!”, “’ojalá tuviera una situación social diferente ..!”, “¡ojalá mi hija o mi hijo se hubieran casado con uno de los hijos de mis amigos ..!”, “¡ojalá este nieto no fuera adoptado ..!”, “¡ojalá mi marido o mi mujer fuera de otra manera ..!”, “¡ojalá yo tuviera una salud de hierro” ..! y así otros ejemplos de quejas y de pensamientos negativos que nos convertirían en lloricas e infelices.

Debemos aprender a hacer de abuelos; muchos no tenemos demasiado clara cual es nuestra tarea. Al comienzo nos equivocamos a menudo: o pecamos de excesiva amabilidad y resultamos pelmazos, o de demasiado preocupados y transmitimos desasosiegos, o de muy lejanos por miedo a intervenir y parecemos bastante secos, y un largo etcétera, según la propia personalidad. ¡Que difícil nos resulta tener la cordura para ser oportunos en las acciones ..! A todos nos cuesta encontrar el término medio.

Y nos preguntamos: ¿los abuelos servimos para malcriar o para educar? Parece de sentido común que la respuesta es “no” en los dos casos; a no ser que, por alguna excepción, se deba sustituir a los padres. Los abuelos no somos los mal criadores oficiales ni los responsables de la educación de los nietos, la responsabilidad es de los padres. Nosotros, ¿cómo lo diría?, seriamos como un brazo que se alarga para continuar allí donde no llegan ellos. Con esta actitud podemos encontrar nuestra realidad.

Victòria Cardona

(Extraído de Som avis, Editorial Mina9

www.vidadefamilia.org

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