Carta de Joseba González Zugasti, Vicari General de Sant Sebastia

Carta de Joseba González Zugasti, Vicari General de Sant SebastiDurante el verano de 1992 Amnistía Internacional lanzó una campaña de captación de socios en la prensa británica. Una página que la asociación contrató en el diario The Independent por aquel entonces, que conservo, está encabezada a cuatro columnas por una pregunta: Is nothing sacred?
Para quienes matan, no hay nada sagrado, dice allí Amnistía Internacional. Y habla de un joven monje tibetano acribillado el 10 de diciembre de 1988 por un policía chino, mientras encabezaba una manifestación pacífica para conmemorar el 40 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. El monje se llamaba Gyalpo.

¿No hay nada sagrado? Consuela saber que para nosotros sí. Nos hiere el asesinato. Somos conscientes del dolor de quienes han sufrido la injusticia, de manos de los amigos de la muerte ajena. Por eso, una muestra que expusiera variaciones más o menos artísticas de la muerte violenta de Gyalpo, ofensivas para quienes recuerdan el sacrificio de su vida, no tendría cabida en nuestra sociedad democrática. Al menos, no hasta que pasen unos años o, a más tardar, algún siglo, cuando los que se acuerden del monje sean ya pocos y, además, se queden callados. Entonces se podrá exponer libremente una fotografía que evoque a Gyalpo con, pongamos por caso, el falo en erección.

¿Durante cuanto tiempo se puede guardar la memoria viva de una víctima? ¿Cuál es el factor que determina el respeto debido a quienes, de hecho, la siguen guardando: su actualidad, su aceptación, su credo?

El martes pasado visité la exposición “San Sebastián. De lo sagrado y lo profano. Un imaginario contemporáneo”, dedicada al mártir que da nombre a nuestra diócesis. El programa de la muestra declara su intención: “podría afirmarse que hoy la dimensión religiosa de San Sebastián palidece ante la versión artística del soldado Sebastián. Incluso en lugares como Donostia, en donde tenemos al santo por patrón”. Es la idea que se pretende vender gratis. Obras respetuosas y obras que quiebran ofensivamente el buen gusto se suceden indiscriminadamente. Y en la exposición palidece no sólo la dimensión religiosa, sino también la propia humanidad de una víctima de la violencia: de hace diecisiete siglos, pero víctima al fin y al cabo. Y víctima recordada. Porque, al contrario de lo que pretende el programa, la admiración de San Sebastián como mártir, no es algo preterido. Para hablar del significado de un cristiano asesinado, hay que usar el presente, y para referirse a la relevancia de San Sebastián para los cristianos que aún vivimos, también.

La muestra “con la que la Sala kubo-kutxa quiere rendir su particular homenaje a San Sebastián” es un signo de lo que sus promotores entienden por libertad de expresión y buen gusto, con actividades para familias, colegios y colectivos incluidas. Me pregunto si es también la expresión de lo que para ellos significan la libertad religiosa y las víctimas de la injusticia.

Joseba González Zugasti
Vicario General de San Sebastián

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