Curiosa libertad religiosa

De Daniel Arasa. Publicado en La Vanguardia el 4 de junio de 2017

 

Un ejercicio de libertad de expresión en el que no detecto ni escarnio de ‘dogmas, creencias, ritos o ceremonias’ católicas ni vejación de quienes los profesan o practican’”. Esta frase es el eje de la respuesta del Síndic de Greuges, Rafael Ribó, al Centro Jurídico Tomás Moro en relación con la acción de dos supuestas lesbianas del colectivo Arran que el 26 de abril pasado, víspera de la fiesta de la Virgen de Montserrat, publicaron un vídeo en el que se “morrean” en el camarín de la Moreneta, mientras con música de fondo se puede oír: “Saca el rosario de nuestros ovarios, saca tu doctrina de la vagina”.

Las propias autoras del vídeo afirmaron: “Profanaremos los símbolos (de la Iglesia) y todo lo que representan todas las veces que haga falta”. Apoyados por 9.000 firmas, desde el Observatorio contra la Cristofobia dependiente del Centro Jurídico Tomás Moro se pidió al Síndic de Greuges que denunciara ante la Fiscalía estos hechos por considerados constitutivos de delito, pero la respuesta del Síndic es la antes citada. Justifica la
acción como “un ejercicio reivindicativo” de un colectivo que ha sufrido y aún su-
fre discriminaciones, sin siquiera una pequeña desautorización, ni crítica, ni afear el acto.

¿Se imaginan algo similar en una sina-goga o en una mezquita? El Síndic hubie-ra actuado por iniciativa propia ante una enorme provocación y expresión de odio, aunque, eso sí, salvando a las lesbianas porque este colectivo es intocable. ¡Bonita manera de entender la libertad religiosa! Si afecta a otros, es tremenda discriminación, antisemitismo, islamofobia, homofobia, promoción del odio. Si las agresiones son contra los católicos, entonces es libertad de expresión.

Una reflexión. ¿Por qué los de Arran no repiten el gesto en una mezquita? Lo mismo se podría preguntar a las de Femen y otros. Porque saben que les cortarán el pescuezo o les perseguirán hasta volarlos a todos por los aires. Son tan valientes que sólo se atreven con los católicos porque, y he ahí el gran mérito de estos, no responderán con violencia.

Es verdad que el Síndic se preocupa del derecho a la libertad religiosa. Pueden los lectores recuperar por internet el encuentro de Ombudsmen europeos en el año 2010. Junto a aspectos razonables sobre la falta de acogida a los inmigrantes, Ribó se lamentaba de los problemas de los musulmanes para construir mezquitas en Catalunya y del debate del burka. Decía que son muestras superficiales de la xenofobia, y recordaba que era “ilegal” el intento del Ayuntamiento de Cervera de declarar la población “libre de mezquitas”. Correcto, porque no hay que poner obstáculos a que los musulmanes practiquen su religión. Otros informes del mismo defensor aluden también a problemas de los musulmanes. Perfecto. La lástima es que entre los damnificados por limitaciones a la libertad religiosa nunca aparecen los católicos, que son los que sufren la inmensa mayoría de las agresiones. No sólo en Arabia Saudí, Siria o Corea del Norte. Aquí son tan habituales las violaciones e insultos contra los cristianos que el Síndic ya no los ve como algo anormal e inaceptable. Forman parte del paisaje, y este no se incluye en los informes. La asimetría en el trato de musulmanes y católicos es absoluta.

El señor Síndic tampoco se ha enterado de nuevas agresiones e insultos anticatólicos de Arran hace pocas semanas en Tarragona, ni de pintadas insultantes en varias iglesias. En lo que va de año se han contabilizado más de 40 en Catalunya. Yendo un poco más atrás y de actos pú-
blicos el Síndic tampoco sabe que la pasada Navidad irrumpió un grupo en la misa del gallo en Sabadell bloqueando la celebración, o que en las fiestas de la Mercè una presunta poeta se permitió decir barbaridades en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona con alcaldesa presente y contratante, o que hace dos meses se intentó bloquear una conferencia en la iglesia de Santa Anna.

Cinco años atrás publiqué el libro Cristianos, entre la persecución y el mobbing (Milenio). En algunos países ser cristiano significa hoy jugarse la vida o ser sometido a fuertes sanciones. En Europa, también en Catalunya, no peligra la vida, pero las presiones las saben bien quienes las sufren, y van creciendo de año en año con el silencio de autoridades y prensa. Creo que Pilar Rahola en fecha próxima podrá ilustrar al Síndic con algo más en esta línea.

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