Elecciones en Madrid, elecciones en Cataluña

Las elecciones para la Comunidad de Madrid han finalizado con el resultado por todos conocido de la mayoría absoluta del Partido Popular. Que la capital de España y su entorno industrial y trabajador confiera esta ventaja al Partido Popular (PP) sobre el Partido Socialista (PSOE) debería hacer reflexionar a la izquierda. Rafael Simancas, el candidato del PSOE, realizó una campaña particularmente agresiva en relación con los colegios concertados y empuñó con decisión la reivindicación de la homosexualidad política de contraer matrimonio y adoptar niños. Naturalmente no se trata de explicar toda su campaña en torno a estas claves, ni mucho menos, pero sí sirven para reflexionar sobre cómo la izquierda ha asumido determinados planteamientos y los ha elevado a categoría de dogmas sin escuchar y atender las consideraciones que llegan del campo cristiano sobre aquellos y otros temas. El Partido Socialista, visto con la frialdad del observador externo, se empeña cada día en garantizar al PP una nueva mayoría absoluta y, en parte de este empeño, radica su desconsideración intelectual hacia todo aporte y toda reflexión cristiana. En este punto, se comporta dogmáticamente, y ahora mucho más que en la época de Felipe González.

En Cataluña, los tres partidos que se sitúan en la izquierda formal, que son el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC-PSOE), Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa-Verds (IC) mantienen una actitud semejante. El primero ya se ha comprometido, a través de una entrevista en el mensual ZERO, a promover el matrimonio homosexual y la adopción de niños por parte de los homosexuales, en el caso de Madrid con el aditamento de introducir la enseñanza de la homosexualidad en las escuelas y censurar los libros que sean considerados inadecuados bajo el punto de vista homosexual. Asimismo, se plantea un control político de los centros concertados con la constitución de una única red de centros públicos y concertados. La pretensión es clara: dejar a la mecánica de la enseñanza de iniciativa social en las mismas manos pero controlar sus contenidos.

Los otros dos partidos coinciden plenamente en la agenda política homosexual y en la limitación de los conciertos escolares en la línea que Manuel Chaves ya ha iniciado en Andalucía. Por su parte, Iniciativa per Catalunya, por boca de su cabeza de lista Joan Saura, ha proclamado su intención de «expulsar la religión de la escuela». Una vez más, nos encontramos ante un recrudecimiento de la agresividad contra fundamentos cristianos que pueden ser perfectamente compartidos desde la laicidad coherente: la necesaria singularidad del matrimonio, hacer efectivo el derecho humano de libre elección de centros por parte de los padres y el derecho a la formación religiosa de acuerdo con el marco religioso que cada uno profese.

La realidad pura y dura es que la izquierda, una vez purgada de manera radical toda veleidad marxista y habiendo abrazado la economía de mercado y la libre empresa, ha convertido determinadas cuestiones en pautas de identidad para diferenciarse de los otros partidos, sin reparar que en muchos casos este alineamiento dogmático es contradictorio con sus afirmaciones en el plano general y nada respetuoso con la no discriminación y el derecho a la diferencia.

Si Maragall gana en Cataluña, es muy posible que las medidas apuntadas se hagan realidad, con lo cual cavará un foso que separará todavía más a dos concepciones del mundo que deberían tener la capacidad suficiente, como mínimo, para dialogar. Si Maragall pierde, como en el caso de Simancas, es posible que el realismo impulse a una reflexión del Partido Socialista sobre cómo concibe su papel en relación con los católicos.

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