El reconocimiento del colectivo gay nunca puede ser el criterio para elegir un obispo

El nuevo obispo homosexual de la Iglesia episcopaliana destapa el error de creer que la tendencia sexual es la parte central de la persona

La noticia de la consagración de un obispo gay dentro de la Iglesia episcopaliana (los anglicanos de Estados Unidos) ha tenido un importante eco en todo el mundo. El caso ha provocado reacciones diversas y también el hecho de que los cristianos de esta confesión pidan tiempo para evitar un cisma. Ciertamente nos da mucha pena la posibilidad de un cisma en estos hermanos separados, una división que curiosamente se produciría entre los 30 millones que viven en los países anglosajones (partidarios de la elección) y los 50 millones que están en África y en el tercer mundo (contrarios). Más allá de esta lamentación, no deja de llamar la atención que Gene Robinson sea un hombre que, antes de ser elegido para ser obispo, haya estado casado, haya tenido dos hijos, se haya divorciado y después haya practicado la homosexualidad. Desde el respeto hacia su persona, tenemos que decir que, con esta inestabilidad afectiva, no parece que presente el perfil más adecuado para una responsabilidad pastoral tan importante como es el episcopado. Dicho en otras palabras, un jefe de personal no elegiría a esta persona para cualquier puesto de trabajo.

La elección de Robinson destapa, por otro lado, un error de fondo: Muchos gays creen que la parte central de cada persona es su tendencia sexual, y no es así. ¿Qué pasaría, pues, con los años anteriores y posteriores a la capacidad sexual de un hombre o una mujer? ¿Es que un niño de 6 años y un señor de 90, por poner dos ejemplos, no son personas? Durante la vida del ser humano, la orientación sexual es una dimensión importante, como muchas otras, pero nunca el elemento central.

Pero los que han mostrado la mayor contradicción ante el tema son los 55 obispos que han dicho que apoyan el nombramiento de Gene Robinson como obispo porque «supone reconocer al colectivo homosexual». ¿Es que un reconocimiento o un respeto hacia el colectivo sexual al que pertenece una persona debe ser el criterio a la hora de elegirla para una responsabilidad? El obispo, además, es consagrado para ser un buen pastor al servicio de una determinada comunidad cristiana, como los apóstoles cuando fueron escogidos por Jesucristo. Es precisamente esta sucesión apostólica la que no se cumple entre los anglicanos cuando el argumento que pretende darse para justificar la elección de un obispo es, ya no con sólo que sea gay o no, sino que se haga para tener un gesto público con un grupo social determinado. La razón por la cual un hombre es nombrado obispo es otra, más profunda y mucho más importante.

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