Apreciados amigos / Apreciadas amigas:
Cuando os lleguen estas letras, una buena parte de vosotros estaréis preparando vuestras vacaciones. Otros ya las habréis hecho. Algunos no podréis, pero en todo caso agosto es un período que interrumpe en gran manera nuestra actividad. Pero esto no puede significar una parada completa, ni que nos olvidemos de los hechos, sino que los remarcamos para darles continuidad.
Un nuevo hecho se ha producido en Barcelona por iniciativa de Ada Colau, una vez más, y si se llevara a cabo, significaría trocear, dañar en definitiva el entorno del Santuario de Sant Josep de la Muntanya, en el distrito de Gràcia, que hoy es un espacio verde muy necesario para la ciudad y que además cumple una función social, porque en él están los espacios de ocio y deporte de las viviendas de jóvenes tutelados (más información aquí). ¿Por qué Colau quiere cargarse ahora este espacio? Pues por todo lo contrario de lo que está haciendo en el resto de la ciudad: para abrir la prolongación de dos calles. Mientras se dedica a recortar carriles en todo el gran espacio central de Barcelona con el propósito declarado de hacer imposible la vida al vehículo privado, cuando el último proyecto es convertir la Vía Laietana en una calle intransitable para los vehículos, resulta que abre la prolongación de dos calles precisamente allí donde hay un espacio religioso de elevado valor simbólico para Barcelona, que además cumple una función social, y que también significa destruir superficie verde para entregarla al vehículo privado. Es una contradicción brutal que solo se explica por la fijación enfermiza que tiene Ada Colau con todo lo que tenga relación con la Iglesia. Ya en 2016 intentó expropiar la iglesia de Santa María, también en Gràcia, y fue la oposición de la gente la que consiguió evitarlo. Ahora, con el caso de Sant Josep de la Muntanya, hay que hacer lo mismo.
No podemos admitir una brutalidad tan injustificada como esta.