Lenin y San Pablo

Josep Miró i Ardèvol

Durante décadas del siglo pasado Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin, fue el hombre más importante de su tiempo Teórico, líder revolucionario, jefe de gobierno, su ejemplo, sus textos, parecieron dominar el mundo y ser la gran fuente de inspiración que debía cambiarlo todo. Su obra era objeto de culto, no solo entre los suyos, que eran muchos, sino en todo revolucionario que se apreciase como tal. Más todavía, constituía una fuente de saber académico que dio lugar a miles de exegesis, glosas y cometarios en libros y artículos.  Su herencia fundamentaba a regímenes que incorporaban la mayor superficie y población de todo el orbe. Su palabra era canónica, y su vida fue la de un triunfador. Dirigió una revolución ganadora contra un imperio y un régimen milenario, el zarismo, y él mismo se convirtió en el nuevo gobernante indiscutido. Su palabra no solo era ley, sino la vida y la hacienda de todos los demás. Concibió un régimen y un estado a su imagen y semejanza, y tras su muerte, extraña y dolorosa, se produjo durante muchas más décadas un culto laico a su cuerpo momificado y guardado en un mausoleo en la Plaza Roja de Moscú. Leer más.

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