Tras las elecciones del 23J, estos son los hechos que constatamos a la luz de la fe, lo que nos dicen los resultados electorales como cristianos:
- El resultado está a la vista: leyes maléficas no son castigadas por la mayor parte de la opinión; incluso son asumidas como positivas por mucha gente.
- La alternativa política principal ignora la mayoría de estas cuestiones y se escuda en que no está en no se sabe qué «guerra cultural». En realidad, en lo que no está es en una verdadera alternativa a la cultura del establishment gubernamental, como no estuvo el gobierno Rajoy cuando tuvo la oportunidad. Porque “ derogar el Sanchismo” es mucho más que pactar con Bildu .
- Mientras, quienes defienden algunas cuestiones decisivas relacionadas con la vida y la familia, actúan y defienden otras cuestiones muy diferentes y alejadas del marco de referencia de la doctrina social cristiana, si no opuesta a ella, consiguiendo configurar un complejo político que sirve a una ideología, pero no en la alternativa cristiana. Denuncian unos problemas, pero no son una alternativa a ellos. Una alternativa significa, sin embargo, una mayor proximidad a los principios del bien común, la solidaridad, la subsidiariedad, la opción preferencial por los pobres, sean los que sean, el respeto a la persona más allá de que a ti no te respeten.
- Toda esta desdichada ecuación hace que los católicos no tengamos a quién votar , y esto es terrible y contradictorio con el hecho de que seamos la mayoría de la población y que además entre el 15 y 20% frecuenta la iglesia con gran regularidad (más de una vez a la semana, cada semana, una o más ocasiones al mes).
- En realidad la madre de todos los problemas, el problema de fondo es la ausencia de la presencia cristiana organizada en torno a su doctrina social en la vida público-política.
- El resultado electoral, y antes de éste la campaña electoral, el planteamiento de los partidos y la agenda pública, nos muestran lo que sucede cuando los cristianos , a pesar de ser una parte muy grande de esta sociedad, están ausentes de la vida pública política.
- También ilustra las consecuencias cuando la institución eclesial en España no orienta, no forma, no prepara, no impulsa a sus fieles laicos para que actúen de acuerdo con el Magisterio de su doctrina social.
- El resultado de todo ello es la desaparición de un gran capital espiritual moral y cultural de la vida política , ocasionada por la ausencia de una parte muy importante de la sociedad española, la de los laicos católicos, que en teoría deberían servir a la caridad y amistad política, a la verdad, la libertad y la justicia, al bien común, al destino universal de los bienes, a la solidaridad, a la opción preferencial por los pobres, a la participación ya la aplicación del principio de subsidiariedad, por incidir en las políticas públicas y la acción de gobierno.
- Esta parte de la sociedad, que en teoría da sentido a sus vidas promoviendo la aplicación de aquellos principios, no es donde debería estar , en la presencia colectiva y operante para conseguir hacerlos realidad. Ni siquiera está debatiendo cómo hacerlo . Sencillamente, ha desaparecido o se engaña con sucedáneos, o cree que la política es tan corrupta que no debe contar de con la presencia de Dios; son los mismos que se escandalizaron cuando Jesús comió en casa de Leví con publicanos.
- Me he referido a ello en otras ocasiones. Lo que existe es otro vacío que está en la base de todo. Es el gran vacío de la alternativa cultural cristiana , que está ausente en la agenda pública, de los debates públicos. Y no será por falta de medios de comunicación, asociaciones, centros culturales, universidades, profesores, textos y publicaciones.
- Y también, cabe decirlo, por una evangelización que no reclama suficientemente el compromiso con la transformación de la sociedad por la vía del magisterio social de la Iglesia . La caritas es una exigencia cristiana. Al mismo tiempo hay que afirmar que no basta con sacar el agua que niega a la barca, porque cuando hay tantos agujeros también hay que ponerse manos a la obra para taparlos.
- La política está degradada por la polarización y el cainismo, la carencia de los consensos necesarios para abordar las crisis acumuladas y desafíos pendientes. La campaña electoral lo ha mostrado hasta el embalse. Nos hemos acostumbrado a unas leyes mal hechas, a una mala gestión de la administración, a la falta de rendimiento de cuentas y transparencia. En este escenario, el único remedio posible es exigir verdad, eficacia y eficiencia , como una reclamación surgida de la sociedad civil , más allá de la pugna partidista, porque sólo si recuperamos la verdad para la política, empezaremos a resolver las crisis acumuladas que nos ahoguen, y abriremos camino a la eficacia y eficiencia que necesitamos.
- Éste es, también, un servicio que los cristianos podríamos ofrecer porque forma parte de nuestro mandato: servir a la verdad, a la justicia, y la concordia, que es la otra gran necesidad de la destructiva política española. Todo esto difícilmente saldrá, siendo realistas, de otras manos que no sean las cristianas. No porque seamos mejores, sino porque para nosotros es un mandato .
En definitiva, el gran aprendizaje de estas elecciones es que la deserción cristiana perjudica al conjunto de la sociedad, y que es imperativa la organización colectiva de los cristianos para transformar la política a partir de la aplicación de la DSE. También es necesaria la construcción de la alternativa cultural a la hegemonía actual de la ideología que une el liberalismo cosmopolita de la globalización y la progresía de género. Todo ello pide la construcción de una gran corriente social cristiana , que además pueda impulsar con el conjunto de la sociedad civilun movimiento que reclame y fiscalice el ejercicio de la verdad, la concordia en la política y la eficiencia y la eficacia en su aplicación.
Y todo esto sólo requiere dos sencillas condiciones: la acción cristiana organizada en torno a las aplicaciones del Magisterio de la doctrina social, y decisivo, que de una vez por todas, en lugar de estar tan atentos y celosos a lo que nos diferencia hasta convertirlo en fosos infranqueables, nos fijamos sólo en lo que nos une , que, por otra parte, sería lo que cabe esperar de un pueblo y unas personas que tienen en la Eucaristía, en la comunión el centro de su vida.