Nuestra sociedad ha de situar el aborto en el centro del debate. Nos va en ello el que construyamos unas relaciones realmente humanas, o continuemos por la pendiente de las rupturas y crisis, que se acumulan, la polarización, el enfrentamiento, y la atomización de la sociedad.
Y esto es así, porque sin un acuerdo básico sobre la vida humana, no puede existir una sociedad civil mínimamente cohesionada y benéfica. El aborto masivo, decenas y decenas de miles de casos cada año, a pesar de la disponibilidad generalizada y fácil de anticonceptivos, es un mal incompresible, y señala una perversión muy grave en el centro de nuestra moral colectiva, que no puede ser por más tiempo disimulado sin destruirnos con ella.
El hecho que se haya normalizado y extendido el aborto eugenésico, recuperando así una práctica de amargos recuerdos para la civilización europea, acentúa la importancia de este mal enquistado en el seno de la sociedad y del estado. ¿Cómo pueden mirar a los ojos a una persona Down, como se puede celebrar en los medios de comunicación su integración social, si los están exterminando, negándoles el derecho a nacer? Esta es una de tantas prácticas eugenésicas incompatibles con la humanidad.
El aborto no es una “cuestión técnica”, ni de “oportunidad política”, ni de “derechos” de la mujer. Nunca lo ha sido, como muestra su historia. Es una cuestión axial, y decisiva de nuestro tiempo, que solo la ceguera, o el egoísmo persigue evitar. Es una de las cuestiones vitales a las que debe atender el debate social y político y la legislación y políticas públicas, porque en él está en juego nada más y nada menos que nuestros acuerdos fundamentales sobre la naturaleza humana, su formación y caracterización, su significado y protección, las razones de su valor, la cuestión de la responsabilidad de nuestros actos, nuestros criterios para identificar lo que está bien y lo que es justo, la diferencia entre lo necesario y lo secundario. En definitiva, sobre el sentido de la vida, de todas nuestras vidas, y la configuración de lo que significa ser humano, o lo que representa el humanismo. Y todo eso o forma parte del meollo de nuestra vida en común, o estamos abocados a la destrucción
Hasta ahora, el debate ha ocultado la cuestión de la vida del ser humano engendrado, excepto en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la primera ley del aborto, que reconocía de manera explícita y concreta la existencia de un ser distinto a la madre y sujeto de derechos y protección. En nuestro tiempo, en una vergonzosa actitud, que lo inhabilita moralmente, lleva doce años sin resolver el recurso de inconstitucionalidad sobre la ley vigente. Es, atención, un signo más de la importancia del aborto como piedra de toque que señalamos. Es tanta su significación, que es capaz de cuestionar la probidad de la instancia suprema de protección constitucional. Es tan decisiva la cuestión, que de forma espuria sus miembros han preferido degradar su misión antes que abordarla. Es causa de una crisis institucional, ¿por qué cómo vamos a confiar en un Tribunal Constitucional que procede de esta manera? Que no la asuman los responsables, las instituciones del estado y el gobierno, los partidos políticos, no significa que la crisis no exista, solo muestra que, como dice la leyenda, aplican la práctica de del avestruz de ocultar su rostro en la arena para no ver la realidad.
La aprobación por parte del Consejo de Ministros de un nuevo proyecto de ley del aborto, a pesar de que la vigente normativa está recurrida en el Tribunal Constitucional hace 12 años, señala otra gran perversión institucional. Es una práctica democrática fraudulenta elaborar una nueva ley, que solo retoca la anterior, cuando esta está pendiente de juicio constitucional. La sentencia que pueda dictarse será sobre una ley que ya no existirá, y volverá a empezar la noria de recurso y a esperar mientras la ley se sigue aplicando. Es una demostración de cómo se defraudan los derechos constitucionales de los ciudadanos. En este contexto, al que se añaden otras vulneraciones sistemáticas del procedimiento parlamentario, el silencio de la Unión Europea, ante todo ello, es un motivo adicional de grave preocupación.
Por estos motivos hacemos un llamamiento a todas las personas de buena voluntad con independencia de su adscripción política, llamamos a las instituciones sociales, y del estado, a los partidos políticos, a abordar con respeto mutuo, razones morales, y fundamentos científicos, todo lo que hemos apuntado sobre la naturaleza del ser humano engendrado y sus derechos, así como, sobre el aborto eugenésico.
Hacemos un llamamiento especial a la Iglesia Católica, y a todas las confesiones religiosas, para que más allá del testimonio ocasional, movilicen todas sus fuerzas y recursos, para propiciar la conciencia del problema y de sus respuestas. No se trata de “cumplir”, sino de comprometerse firmemente y sin descanso para transformar.
A septiembre de 2022