Familia, parroquia y diócesis. Los retos que hay que afrontar

Apreciado amigo/Apreciada amiga:

El próximo viernes 11 de junio habrá una interesante sesión sobre políticas familiares con la participación de Alejandro Macarrón, Manuel Blanco Guardar y Raúl Sánchez Flores. Es oportuna esta referencia porque vivimos una vez más ante unos hechos incomprensibles relacionados con la familia y la natalidad. He podido constatar en días pasados el revuelo que se ha producido en los medios de comunicación por las noticias demográficas sobre China y la rápida reacción de su comité central, que suele tomarse las cosas con mucha más parsimonia, incentivando a la necesidad de que las parejas tengan 3 hijos. De hecho, a pesar de que hace tiempo que ya es legalmente posible el segundo, el número de descendientes por mujer en edad de dar a luz es claramente inferior a aquella cifra. De hecho su tasa de fertilidad es ligeramente mejor que la española. Y aquí viene el hecho inexplicable: ¿cómo es posible que ninguno de los gobiernos de España y el partido de la oposición, el PP, no tengan como prioridad en su agenda una política digna de este nombre favorable a la familia y a la descendencia? Este es un problema decisivo para nuestro futuro que no tiene solución a base de quererlo compensar con la inmigración. Esta puede ser conveniente, necesaria, solidaria, para compensar determinados aspectos, pero es una locura pensar que pueda suplir el agujero demográfico que tiene abierto nuestro país. Puedes encontrar un análisis interesante en el último editorial de ForumLibertas. Como la cuestión no tiene una explicación lógica sólo podemos pensar que es el sectarismo ideológico contrario a la familia, a la maternidad y la paternidad, lo que está en las raíces de la indiferencia política y cultural española ante un hecho al que todos los países de Europa hace años que le dan respuesta con políticas públicas y recursos. Que obtengan mejores o peores resultados es otra cosa. No es eso lo que planteo, sino que lo que señalo es la falta de toda política y de los recursos mínimos necesarios en el caso de España, que encuentra su espejo en la política de la Generalitat la que en su última reforma a consecuencia del nuevo gobierno ha hecho desaparecer incluso el nombre de familias de la designación de uno de los departamentos.

La segunda cuestión a la que me quiero referir guarda relación con un hecho concreto de Barcelona. La diócesis es suficientemente importante para prestarle atención. Se trata del revuelo que ha provocado que se haya filtrado un plan de reestructuración diocesana que a estas alturas no está claro que se produzca. Quisiera señalar en este sentido que en 2007 personalmente hice entrega y expliqué a la Conferencia Episcopal Tarraconense en su reunión en Les Avellanes, un estudio de prospectiva demográfica-religiosa en el que calculaba cuál sería el porcentaje de católicos y de practicantes en 2020. Cerca del 50% en el primer caso, y en torno al 10% en el segundo. Hay que decir que el eco que encontró nuestro trabajo, que entregué como e-Cristians, fue cero. A pesar de que dejábamos claro en las conclusiones que el problema de la contracción de los católicos en Catalunya era básicamente demográfico y por lo tanto tenía una gran inercia: morían las personas de más edad, que eran mucho más católicas y más practicantes, y la gente joven que se hacía adulta tenía una menor participación en estos dos aspectos. En 2015 revisé las previsiones constatando que se producía una diferencia de un par de puntos como mucho, pero que las órdenes de magnitud no cambiaban. Y llegados el 2020 podemos constatar que nuestra previsión se ha cumplido, pero no porque fuéramos muy «sabios», sino porque inexorablemente la inercia demográfica, que es el motor del problema, ha continuado funcionando. Quiero decir con esto que el problema de la diócesis de Barcelona, que no es exclusivo de ella, no se resolverá nunca con reorganizaciones sino yendo a la raíz de los problemas. Y como ya advertimos hace 13 años y ahora repito, que si se sigue haciendo lo mismo se tendrán los mismos resultados, y aviso: si no hay un cambio sustancial, dentro de 10 años, todavía se deberá reducir más las parroquias, aún habrá menos vocaciones, menos de todo, dinero incluido. Nuestra tesis es muy sencilla porque es la de la iglesia: «la misión no es algo que hace la iglesia, sino que es la iglesia», como dejó escrito en 1974 en la Evangelii Nuntiandi Pablo VI. Y para que quedara claro añadía el punto 22: «no hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, la enseñanza, las promesas, el reino y el misterio de Jesús». Si no hay una verdadera revolución diocesana en la que todo gire en torno a estas dos afirmaciones, la iglesia en Barcelona en pocos años más, una década, quedará reducida a una expresión tan mínima que ninguna de las estructuras actuales podrá ser soportada. Evidentemente el viento del Espíritu Santo sopla donde y cuando quiere, pero también es cierto que Dios ayuda a los que quieren ser ayudados. Es decir, aquellos que lo proclaman cada día.

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